Ninguna decisión es facil de tomar. Ni siquiera, a veces, decidir que sabor de yogur comprar. Mucho menos son fáciles las decisiones más trascendentales, aquellas que marcan un antes y un después en nuestra vida, aquellas que suponen quemar las naves y lanzarse a conquistar nuevas tierras aún sin explorar, aquellas en las que hay que empezar de cero y labrarse un futuro. En esa encrucijada es cuando te das cuentas de la soledad que se envuelve el proceso de la decisión, unos te toman por loco, otros como un heróe, unos te dicen lo equivocado que estás y otros piensan que ojalá tuvieran la oportunidad de decidir. Y justo, en el último momento, llegan las dudas que te enseñan la "seguridad" que tienes ahora y lo inseguro que estarás dentro de dos días. Pero... es tu decisión, tu te lo guisas y tu te lo comes, no hay más vuelta de hoja.
Sobre todo cuando no sabes ni que eres en la situación actual y necesitas tener una referencia, un punto en el cual basar el resto de tu profesión, de tus metas en el estúpido mercado empresarial.
Nunca tuve grandes pretensiones, quizás sea demasiado conformista pero, para mi, la vida es más importante que cualquier trabajo. Mirar mil veces a mi hijo reirse, o dormir, o llamarme. La mirada de mi mujer y su sonrisa. Hablar con el Creador y sentirse amado por Él. Eso es lo que merece la pena. Eso es lo que me motiva. Esa es mi ilusión. Esa es mi vida.
Porque el que me halle, hallará la vida, Y alcanzará el favor del Señor.
Proverbios 8.35